Ni huellas dactilares ni sospechosos ni móvil
La banda de profesionales planeó cuidadosamente el atentado, usó una pistola limpia, en su huida empleó tres vehículos robados y, con el número de serie cambiado para cubrir sus pasos, desapareció en el Estado de México
Ni huellas dactilares ni sospechosos ni móvil
El sicario esperaba entre el tráfico. No era la primera vez: ya lo había hecho —él o alguno de sus cómplices—las jornadas anteriores y sabía que cada día, sobre las siete de la mañana, Ximena Guzmán detendría su coche en aquel punto de la transitadísima calzada de Tlalpan, a la altura de la colonia Moderna, y recogería a su compañero José Muñoz. Después, ambos se dirigirían desde esos rumbos de la alcaldía Benito Juárez hasta su trabajo en la cúpula de la política capitalina, como miembros del círculo de confianza de la alcaldesa de Ciudad de México, Clara Brugada. Guzmán, como secretaria particular de la jefa de Gobierno; Muñoz, como asesor.
Ni huellas dactilares ni sospechosos ni móvil
Ese martes Guzmán (42 años) esperaba a Muñoz (52) aparcada en un lateral de la calzada, en el interior de su coche. El sicario rondaba alrededor, a menos de un metro, jugando al despiste. Es imposible que Guzmán no lo viera: pasó varios segundos en su campo de visión, frente al parabrisas, con tranquilidad, con descaro, e incluso amagó con detener un taxi como parte de su actuación. Muñoz llegó poco después, se subió al vehículo, y fue ahí, cuando el asesor ya se encontraba a bordo, el momento que eligió el gatillero para desenfundar una nueve milímetros y vaciar las 12 balas del cargador contra ellos.
Ni huellas dactilares ni sospechosos ni móvil
Los tiros no fueron justos, se saltaron la simetría: cuatro se incrustaron en el cuerpo de Muñoz, el doble acabaron en Guzmán. Causa de la muerte: “Muy probablemente será por disparo de arma de fuego penetrante en cráneo y tórax”, ha adelantado la fiscal capitalina, Bertha Alcalde Luján, este miércoles con las autopsias ya realizadas pero todavía sin el informe forense. El sicario huyó de la escena del crimen a lomos de una motocicleta negra que abandonó a los pocos metros. Ahí, con ayuda de al menos otros tres cómplices que apoyaron en las labores de “logística y conducción” —ha aclarado el jefe de la policía capitalina, Pablo Vázquez— abordaron un coche azul con el que llegaron a la alcaldía de Iztacalco, para desecharlo también y huir finalmente en un tercer vehículo, una camioneta gris, con la que dejaron atrás los límites de la ciudad por el oriente para desaparecer en el Estado de México.
Ni huellas dactilares ni sospechosos ni móvil
A Ximena Guzmán y José Muñoz los ejecutó una banda de profesionales del asesinato. El arma que usaron estaba limpia: el análisis de los casquillos encontrados en el lugar ha revelado que no había sido usada en crímenes anteriores. Vigilaron desde días atrás su punto de encuentro de cada mañana. Utilizaron guantes, lo que ha impedido que los forenses encontraran huellas dactilares en la moto ni en los dos coches. Cambiaron dos veces de vehículo para escapar y cubrir sus pasos. Automóviles, además, que habían robado y a los que les cambiaron los números de serie para dificultar su identificación. La policía trata de discernir si se emplearon en otros golpes.
Ni huellas dactilares ni sospechosos ni móvil
No amenazaron prev No amenazaron previamente a sus víctimas, se cuidaron de dejar las mínimas huellas posibles. Tras ellos, solo quedó el rastro de los tres vehículos y prendas de ropa que los forenses analizan a contrarreloj para tratar de dar con alguna muestra de ADN, labor hasta el momento infructuosa. El atentado fue un “ataque directo y con un grado importante de planeación”, ha sentenciado Luján, que ha despejado cualquier duda al afirmar rotundamente que “quienes lo ejecutaron tenían experiencia previa” y requirieron “necesariamente” de “una inversión de recursos considerables humanos, logísticos y materiales”.
No amenazaron previamente a sus víctimas, se cuidaron de dejar las mínimas huellas posibles. Tras ellos, solo quedó el rastro de los tres vehículos y prendas de ropa que los forenses analizan a contrarreloj para tratar de dar con alguna muestra de ADN, labor hasta el momento infructuosa. El atentado fue un “ataque directo y con un grado importante de planeación”, ha sentenciado Luján, que ha despejado cualquier duda al afirmar rotundamente que “quienes lo ejecutaron tenían experiencia previa” y requirieron “necesariamente” de “una inversión de recursos considerables humanos, logísticos y materiales”.
No amenazaron previamente a sus víctimas, se cuidaron de dejar las mínimas huellas posibles. Tras ellos, solo quedó el rastro de los tres vehículos y prendas de ropa que los forenses analizan a contrarreloj para tratar de dar con alguna muestra de ADN, labor hasta el momento infructuosa. El atentado fue un “ataque directo y con un grado importante de planeación”, ha sentenciado Luján, que ha despejado cualquier duda al afirmar rotundamente que “quienes lo ejecutaron tenían experiencia previa” y requirieron “necesariamente” de “una inversión de recursos considerables humanos, logísticos y materiales”.